inversión y autofinanciamiento- Cerruti

La inversión se recuperó fuerte, pero apoyada en importaciones y el autofinanciamiento


Representa cerca del 23% del PBI. Pero 2 de cada 3 inversiones en maquinaria son importaciones. El autofinanciamiento es la principal fuente de fondos para empresas

JUAN CERRUTI Buenos Aires ( Cronista - 27-12-10 )

La inversión fue uno de los pilares del crecimiento de la economía argentina durante 2010. Cerrará el año con un incremento en torno al 19,5% y representa ya el 23% del PBI del país. El comportamiento refleja una marcada recuperación tras la debacle de 2009, cuando cayó más del 10% arrastrada por la crisis financiera internacional.


El dato más alentador es que el impulso al aumento de la inversión llegó básicamente de la incorporación de bienes de capital, en lugar de la construcción de inmuebles. El primero creció este año a un ritmo del 40%, mientras que el segundo lo hizo a tan sólo el 6%.

Sin embargo, la compra de maquinaria y equipo de capital estuvo nuevamente impulsada por la adquisición de bienes importados. Dos de cada tres pesos destinados a la inversión en maquinas durante 2010 fueron a parar a bienes importados. Ello confirma que aunque la inversión recobró en 2010 el dinamismo pasado, continúa arrastrando antiguos vicios: con la capacidad instalada al límite en muchos sectores, la inversión se concentra en la compra de maquinas del exterior en lugar de ampliar la capacidad de producción doméstica.

“Este año la recuperación de la inversión estuvo sustentada en el dinamismo de las importaciones de bienes de capital, en lugar de incrementar la capacidad instalada para sustentar el crecimiento económico futuro”, advirtió en este sentido la consultora Orlando Ferreres & Asociados.




No existen recetas fijas para fomentar la inversión, pero en la Argentina, como en otras partes del mundo, se consideran tres factores principales que determinan el nivel inversión de un país: la tasa interés, el ritmo de crecimiento del nivel de actividad y las expectativas. La Argentina, una vez más, resulta ser un banco de pruebas fascinante para poner a prueba estas teorías.

Más allá de lo que ocurrió en 2010, entre 2004 y este año la inversión bruta interna fija (IBIF) aumentó 131% y en estos seis años pasó de representar el 16% del PBI a equivaler al 23% del producto. Detrás de este aumento de la IBIF se esconde un incremento del 178% en la inversión en bienes de capital y del 103% en la construcción.

Teoría del acelerador

La bautizada como “teoría del acelerador” postula que mientras mayor es el ritmo de crecimiento del PBI de un país, mayor es la inversión que realizan los empresarios. Así, esta teoría se vincula estrechamente con los ciclos económicos y las expectativas. Y sobre todo con el concepto de “animal spirits” (espíritus animales) que inmortalizó John Maynard Keynes al describir el comportamiento de los empresarios.

No menos significativa es la relación entre tasa de interés e inversión. Cuando sube la tasa de interés cae la inversión en la economía real. Porque el costo de oportunidad (lo que se deja de ganar) por destinar fondos a, por ejemplo, comprar una maquina que ampliará la capacidad productiva de una fábrica, aumenta frente a otras opciones de inversión (como un depósito a plazo fijo o un bono).

En este contexto, vale repasar lo que ocurrió en la Argentina en los últimos seis años. Los resultados, a primera vista disímiles, trazan una radiografía nítida de la economía K.

Para empezar, la teoría del acelerador se verifica claramente. Tomando series trimestre de datos de crecimiento del PBI y de la Inversión Bruta Interna Fija (IBIF) se observa una alta vinculación entre ambas variables (en términos econométricos, su coeficiente de correlación es positivo y de 0,87). Es decir, crecimiento e inversión se mueven en el mismo sentido y de manera similar. La pregunta del millón es: ¿el crecimiento del PBI que genera más inversión o es la inversión la que estimula el PBI? Ambos efectos están presentes y se retroalimentan.

Pero si la teoría del acelerador se confirma plenamente en el banco de pruebas de la Argentina, es decepcionante el rol que le cabe a la otra teoría explicativa de la inversión: el rol de la tasa de interés real. Considerando una serie trimestral en los últimos años (se tomó la serie de tasa de interés nominal activa del BCRA deflactada por el índice de precios oficial hasta 2007 y de privados a partir de allí) la relación entre ambas variables (tasa de interés e inversión) es inversa (o negativa) como era de esperarse: cuando suba la tasa cae la inversión. Pero su vinculación es débil (coeficiente de correlación de 0,57).

Parecería que la tasa de interés afecta la inversión, pero no de manera intensa. ¿A qué se debe este resultado? A la aún escasa inserción del financiamiento tradicional como fuente de fondos para la inversión.

Autofinanciamiento
Este resultado inclusive refuerza el primer hallazgo: la inversión hoy depende de qué la economía siga creciendo. ¿Por qué? Porque las empresas continúan mayoritariamente autofinanciándose con los fondos generados por sus flujos de caja y para ello necesitan como condición necesaria que la economía crezca, que mejore el poder de compra y que vendan más. ¿Y si la economía se frena? Más aún se enfriará la inversión.

Cabría preguntarse por qué si en el análisis ex post (una vez ocurridos los hechos) la tasa de interés real (descontada la inflación) para empresas de primera línea fue negativa o cero en cinco de los siete años bajo estudio (2005 a 2008 y en 2010) los empresarios no se lanzaron a tomar créditos. La respuesta, claro, tiene múltiples aristas. Una podría ser la dificultad para la mayoría de las firmas por calificar para estos créditos en el circuito formal. Otra, no menos importante, tiene que ver con las expectativas y con la incertidumbre vinculada al marco institucional y de negocios.

¿Nuevo rumbo?

Por eso hoy el mercado sigue de cerca los últimos pasos del Gobierno Nacional: negociación con el Club de París, acercamiento con el FMI, proyectos para solucionar la “doble vía” en materia de riesgos del trabajo, por citar algunos. En definitiva la salida heterodoxa y progresista (como le gusta decir al Gobierno) para solucionar el flagelo de la inflación –con una demanda agregada que crece a tasas chinas desde hace 7 años y si se pretender evitar un ajuste “ortodoxo”– pasa inexorablemente por incrementar la oferta de bienes y servicios. ¿Cómo? Con más y mejores posibilidades de inversión.