Pandolfi - "Pensando en el día después"

Pandolfi

Pensando en el día después (5-5-08)

El conflicto entre “el campo” y el Gobierno va a resolverse, lo que nadie puede anticipar es la cuantía del daño que dejará la escalada de violencia, agravios y amenazas: sí podemos dar por descontado que será muy alto. Tan alto como innecesario. Resulta inquietante presenciar día a día los alineamientos detrás de una u otra postura y atender las argumentaciones que pretenden fundamentar los posicionamientos. En realidad, lo que observamos es una sociedad que se va dividiendo y fragmentando aceleradamente. Cualquiera que haya pasado cerca de las ciencias sociales sabe que los individuos, en sus distintas posiciones dentro del entramado social, permanentemente luchan contra las tensiones que; ideologías, intereses, valores, actitudes y comportamientos les presentan. Sin un marco institucional claro, respeto republicano y un fuerte compromiso con la democracia, tales tensiones devienen, fatalmente, en niveles de conflicto potencialmente riesgosos. Pero lo más grave es que los grandes conflictos abiertos, desvían la atención y postergan la solución de problemas estructurales ya existentes al momento de desatarse la ira. No es novedoso pensar que no le puede ir bien a un sector si no le va bien a todo el país, la economía es una ecuación de suma cero. Las victorias sectoriales siempre son pírricas y tanto más pírricas cuanto más aplastante sea el “triunfo”. Por otra parte, las urgencias postergadas por la pelea continúan, y agravadas, después de las batallas pero con los contendientes desgastados. Hagamos un intento de sumariar un posible escenario “del día después”. El tipo de cambio real indudablemente habrá perdido competitividad y su recuperación se verá seriamente limitada por el efecto inflacionario que conlleva su corrección. El superávit fiscal crecerá en el corto plazo, pero por precios de commodities sobre los que no se puede construir un proyecto de país, ya que hoy son altos, pero pueden bajar: las cosas cambian. Sí deberían ser aprovechados coyunturalmente mientras duren para sostener la inversión necesaria para el cambio, ello claro, implica la existencia de un plan abrazado por todos los sectores, con disidencias por supuesto, pero por todos. El incremento sostenido en el nivel general de los precios, más allá de mediciones oficiales o privadas, interesadas o no, es el que formará las expectativas e indexará los contratos, con o sin razón ¿qué valor agrega discutir sobre ello si tales expectativas se van formando? El stock de deuda pública al final del conflicto, en el mejor de los casos, quedará como antes de empezar las escaramuzas: alto en términos de PBI y con problemas externos sin resolver. Se podría, si el espacio lo permitiera, completar el escenario. Sin dramatizar, podemos estar de acuerdo en que queda muchísimo por hacer y ello excederá cualquier mandato constitucional de cuatro años. El sistema recaudatorio será más regresivo aún que antes de comenzar el conflicto postergando el debatir respecto de si recaudar mucho es recaudar bien y de si gastar mucho es gastar allí donde hace falta. Los años de recuperación extraordinaria que siguieron a la crisis de 2001, se apoyaron a) en un factor externo sobre el que no podemos arrogarnos ningún mérito: el imprevisible aumento de los precios de los productos primarios y b) en un programa económico basado en un tipo de cambio alto que combinara el aliento a las exportaciones y fuera a la vez una barrera de protección natural a las importaciones. Además de asegurar un superávit fiscal imprescindible. Creemos firmemente que apenas estamos transitando los primeros tramos del proceso. Estructuralmente, la macroeconomía no ha cambiado lo suficiente para merecer el adjetivo de “equilibrada”. El mundo nos está ofreciendo las posibilidades; encontrar el camino o perder una nueva oportunidad, está en nuestras propias manos. Obtener y administrar el poder desayunado con encuestas tanto como pretender ganancias extraordinarias hoy, ahora, sin importar el mañana, podrá servir para “ganar” peleas cotidianas. Pero la construcción de un país desarrollado y justo, exige atender el hoy, pero pensando en nuestros hijos y nuestros nietos. Como sociedad ya hemos perdido demasiado cargando las culpas en uno y en el otro. Quiera Dios que esta vez sea diferente.